Esta bella oración de San Francisco es conocida por varios nombres: Cántico de las Criaturas, Alabanzas de las Criaturas e Himno de la Hermana Muerte. Fue escrito en romance umbro (la tierra del santo) y se lo considera el primer poema en la lengua italiana. Se lo celebró como “el más bello trozo de poesía religiosa después de los Evangelios” y “la expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad de Francisco”.
La fecha de su composición es el otoño de 1225, posiblemente en San Damián. La estrofa sobre el perdón la redactó con ocasión de una controversia entre el Podestá de Asís, primera autoridad de la ciudad, y el Obispo, reconciliándolos. Y la última, sobre la hermana muerte, la compuso en octubre de 1226.
Las circunstancias físicas en que se hallaba el Pequeñuelo obvian los comentarios y provocan las conclusiones: desangrado por los estigmas, casi ciego, enfermo del hígado, desnutrido y afiebrado. Por el contrario, su vida interior estaba en la mejor salud. Dios había querido recordar a los hombres la pasión de su Hijo a través del cuerpo del Pequeñuelo y, como sólo desde la cruz se preludia la alegría de la Pascua, a la hora de cantar el “aleluya”. Ninguno mejor que Francisco.
Lo cantó por todos, por ti y por mi,
por los hombres y los astros,
por las criaturas y las plantas,
por toda esta naturaleza
que Cristo reconcilió y pacificó en su cruz.
Francisco interpretó el silencioso
canto que toda la creación le tributa a Dios, y la silenciosa melod?a
que Dios canta en la creación.
Y lo hizo porque ocupaba el último
lugar, y así pudo ser el primero.
Porque era el más humilde de los
siervos, y esto le permitió comprender como nadie la grandeza de su Señor.